Roberto Matta comentaba que por escrito era complicadísimo describir cómo uno se abrocha los zapatos. Ver a alguien haciéndolo, en cambio, era infinitamente más efectivo. Con las argollas de humo pasa algo parecido. Como sea, nada se pierde al ensayar una descripción del siempre ocioso –pero placentero– acto de fabricar estas volátiles entidades.
Hay algunas condiciones que deben cumplirse. Primero, no tiene que haber viento; es recomendable, por lo tanto, fumar en un lugar cerrado. La pipa, además, debe estar bien encendida pues así el humo será más denso y “moldeable”. Yo recomendaría, por último, cerrar las cortinas y dejar entrar sólo un rayo de luz para así ver mejor la forma de las argollas al pasar por él. Esto vale sobre todo para el período inicial de entrenamiento. Dicho sea de paso, con este método se aprecian mejor las azules volutas del humo y otras formaciones curiosas, por ejemplo unas extensiones delgadas que suben lentamente dejando pequeños residuos circulares.
El hacedor de argollas (H desde ahora) debe poner los labios en forma de “o”. Sus mejillas debe contraerlas, pero no al punto de achicar demasiado la “o”. La lengua tiene que “aplanarse” hacia abajo con una inclinación que –supongo– debe rondar los 70 grados. Una vez que la bóveda de la boca se ha llenado de humo, H debe mover lo más rápido que pueda la lengua hacia la salida, manteniendo la lengua plana. Es muy probable que al principio le saldrá una figura indeterminada de humo. Pero H al poco andar comprenderá que la forma dependerá del tamaño de la “o”, del nivel de contracción de las mejillas y de la velocidad con que mueve la lengua. Si después de un tiempo H no logra hacer argollas de humo le ofrezco la posibilidad de reunirse conmigo con el fin de revisar qué está saliendo mal.
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