En El templo del sol, hay un pasaje en que Tintín y el capitán Haddock -sempiterno fumador- están encerrados en una celda esperando que verdugos de una civilización precolombina acaben con ellos. En ese trance, Haddock padece lo mejor y lo peor que puede pasarle a un cachimbero: consigue encender su pipa pese a no tener fósforos y, acto seguido, ésta se le cae al suelo y se le rompe. Haddock, pese a estar en una circunstancia angustiosa, parece lamentar más la rotura de la pipa que su propio fin. ¿Tiene el capitán las prioridades cambiadas? No lo creo, pues qué mejor que abandonar este mundo envuelto en una nube de humo.
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