miércoles, 20 de enero de 2010

La 1ª pipa, por Consuelo


La primera pipa que tuve, una de verdad, no aquellos inventos marihuaneros, surgió en un mercado de las pulgas en la cuiquísima y hippie ciudad de Montpellier. Setecientos pesos fue más o menos el precio. Pero yo de verdad le dí importancia. Me parecía absurdo hacer aquellos cigarrillos de papel comprado y enrollado y languetiado (no
daba el bolsillo para Gitanes). Poco fino, poco sutil, poco higiénico.

Como las mujeres pipa-fumadoras son escasas, me quise convertir en una. Eso sí, hice el ridículo, ya que en esta ciudad abundaban también los rastafaris.

Hoy pienso, qué extraño, cuando en siglos pasados las mujeres más respetables fumaban pipa en público. Hasta las clases medias querían la pipa para pertenecer a altas alcurnias. Y en éso se transformó entonces mi pipa a la vista del círculos montpellerinos: fue vista como una herramienta de escaladora social. En corto, creyeron que porque andaba con pipa me creía la raja. Así es la vida, o se nos discrimina o se nos ve como escaladoras y trepadoras. El medio ganó, me olvidé de la pipa, y preferí trabajar más y comprar cigarros Benson & Hedges. Hasta que conocí a Adán, y ahora él me convida. Soy entonces una pipa-fumadora-dependiente-social. Quisiera una para mí. Ya es tiempo de retomar, digan lo que digan.

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